Vivimos momentos intensos. Algunos gurús anuncian este 2021 como un año trepidante, de cambios rápidos y hechos inesperados. Como si la inercia de 2020 se hubiera acelerado para sorprendernos, para ponernos a prueba. Un poquito más.
Desconozco si estas previsiones llegarán a cumplirse. Lo veremos en breve. Sin embargo, tengo claro que una actitud de resistencia a los cambios sólo puede agravar nuestra situación.
Necesitamos saber adaptarnos, aprender a gestionarnos en la incertidumbre, con normalidad, sin miedo. Disponer de recursos propios para mantenernos en nuestro centro, y buscar la confianza allí donde está. Tener claro que el auténtico poder reside en nuestro interior.
Para comprender mejor por qué nos resistimos tanto a los cambios, quiero compartir contigo algunas posibles razones.
Comprender el porqué nos puede ayudar a ampliar nuestra visión, y abrir caminos para convivir con la incertidumbre.
Tal vez ésta sea una de las razones más poderosa que alimenta la resistencia a los cambios en los humanos.
Nos tranquiliza sentir que lo tenemos todo bajo control, aunque en realidad no es así. Nuestra zona de confort es el lugar donde nos encontramos cómodos y cómodas, sin sensación de peligro, en un lugar que conocemos y en el que lo que ocurre es, supuestamente, previsible. Sin embargo en este lugar, no crecemos, no aprendemos, precisamente porque nunca pasa nada nuevo.
El cambio conlleva novedad y, en consecuencia, aprendizaje. Y posibilidad de éxito o de fracaso. Entre comillas.
Porque hablamos de un éxito o fracaso percibidos. Que no quiere decir que sean reales. Así, pues, el temor a no hacerlo bien, a no ser suficientemente competentes puede anular o bloquear la acción. Y la parálisis nos deja indefensos e indefensas, con la sensación de que no está en nuestras manos el decidir por nuestras vidas. En la mayoría de las ocasiones, la decisión última de lo que quieres hacer con tu vida es tuya, y nadie te la puede arrebatar.
El cansancio merma nuestra energía vital. Cuando afrontamos cambios, necesitamos nutrirnos de un gran coraje, de una gran fuerza, y una gran confianza en nosotros, en nosotras, y en nuestros recursos.
Por eso, el cansancio no es buen compañero cuando nuestro entorno nos exige aceptación, adaptación y resiliencia. Para lidiar con situaciones nuevas, la concentración, la atención y el poder estar muy despiertos y despiertas nos provee de una rápida reacción. El cansancio nos provoca lentitud y dispersión. Nos descarga.
El cambio es necesario para evolucionar, pero lo mejor de todo es que es inevitable. Y es positivo.
Nos ayuda a ir hacia adelante porque nos provee de aprendizaje. Cuando comprendemos y valoramos el aspecto positivo del cambio, modificamos nuestra actitud hacia él. Al variar la mirada, nos centramos en sus beneficios y lo integramos en nuestras vidas. Resistencia o resiliencia, desgaste o empoderamiento, tú eliges.
El apego va ligado al miedo. Apego a los hábitos por miedo a cambiarlos por algo nuevo y desconocido.
Las rutinas ofrecen una falsa sensación de seguridad, hacen que lo que ocurre sea siempre lo mismo, entregan previsibilidad. Y aburrimiento. Pero muchas veces es más fuerte el miedo a perder que la motivación por ganar.
Y así podemos estar aguantando situaciones que sabemos que nos perjudican sólo por miedo a lo desconocido, a lo nuevo. Nos ponemos en una actitud de resistencia a los cambios.
La sensación de privación de libertad para tomar nuestras propias decisiones y de que nos intentan imponer un cambio, puede ser un magnífico acicate para, precisamente, no hacerlo.
La rebeldía contra una situación que no hemos elegido por propia voluntad, bien por imposición del entorno, del gobierno o de otras personas, nos provoca el efecto adverso: inmovilismo. Nos parapetamos en nuestra posición de no movernos y ahí nos quedamos. Sin muchas veces analizar que tal vez el beneficio del cambio es mayor que el hecho de no dar nuestro brazo a torcer.
Cuando no hay una razón clara para cambiar, las personas tendemos a permanecer en el mismo lugar. ¿Para qué vamos a cambiar si ya estamos bien, o más o menos bien?
No queremos dedicar la energía de cambiar algo con riesgo de que pueda ser a peor. En otras ocasiones nos decimos que no es el momento adecuado. En el fondo, sabemos que para cambiar hace falta un determinada energía y, si no la sentimos disponible, nos quedamos quietos.
Hay personas más predispuestas que otras a acometer cambios. Por su naturaleza, por su personalidad. Hay personas con un perfil más aventurero, de exploración, que se aburren con la rutina y para quienes, los cambios son una oportunidad de aprender algo nuevo.
Pero más allá de esta predisposición natural, la vida es continuo cambio. Entrenarse en el cambio nos empodera.
Un mentor o mentora puede ayudarte a tomar consciencia de que el cambio es necesario y positivo, de que es fuente de aprendizaje. El cambio, si lo abordas con alegría y expectación, puede ser una sugerente experiencia de crecimiento, en lugar de una nefasta experiencia de sufrimiento.
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Foto de Andrea Piacquadio en Pexels