En los últimos tiempos, se habla mucho de propósito. Se dice que si encuentras tu propósito de vida y conectas con tu profesión con él, tu trabajo fluye de tal forma que no sientes que estás trabajando. Experimentas un estado de bienestar y de plenitud.
Pero, ¿cómo puedes conocer tu propósito para acercarte a él?
El término ‘propósito’ implica finalidad. Un ‘para qué’. El propósito de vida es el ‘para qué’, la finalidad última que tiene nuestra vida.
El propósito es transcendente y transpersonal. Va más allá de objetivos individuales, materiales o egóicos. Conlleva en sí mismo un componente de contribución, de servicio a los demás, a la sociedad, al mundo.
Conceptualmente, está muy cerca del sentido. El sentido tiene que ver con el significado. Así, pues, encontrar el propósito o finalidad a nuestra vida la dota de sentido o significado.
Este hecho conlleva en sí mismo una satisfacción, una sensación de plenitud, de estar alineado/as con la vida, un estar viviendo en ‘flow’. Pero, no sólo eso, es además un motor que nos empodera, y nos hace crecer.
Por eso es tan importante que conozcas tu propósito. Y que te conectes a él. Tu vida alineada con tu propósito dota de sentido a lo que haces, con quien te relacionas, lo que piensas y lo que sientes.
A pesar de que el propósito posee una cualidad de cierta permanencia en el tiempo, no tiene porqué ser el mismo durante toda la vida.
Las personas nos desarrollamos, vivimos diferentes etapas evolutivas. Nuestros intereses, cómo nos percibimos, cómo percibimos a los demás y a nuestro entorno son realidades cambiantes.
Cuando sentimos dificultad para conectar con nuestro propósito es una manifestación de nuestro ‘ruido’ interno. Es, de algún modo, un aviso.
A través del autoconocimiento y del desarrollo de las diferentes inteligencias: la emocional, la corporal, la social y la espiritual, vamos desgranando lo esencial y separando la paja.
Robert Dilts, uno de los maestros de la PNL, dibujó una pirámide para expresar lo que él llamaba los diferentes niveles neurológicos del cambio en la persona.
Dilts situó el propósito en lo más alto de la pirámide. La pirámide establece seis elementos de la vida en donde en cada nivel se nos hace una pregunta. Para Dilts, un obstáculo en cualquiera de los niveles nos hace vivir vidas tristes y vacías.
Si comenzamos por la base, observamos el siguiente orden de niveles. Tengamos en cuenta que la afectación en un nivel determinado influye y condiciona en todos los anteriores, es decir, en los de rango menor por así expresarlo.
Éste es el nivel más básico. Aquí puedes responder a las preguntas: ¿Qué tienes? ¿Dónde y cuándo haces lo que haces? Reconocer lo que tienes te permite ser realista. También te permite darte cuenta de tus limitaciones. ¿Qué quieres conservar y que quieres cambiar? Tanto en lo material como en lo espiritual. Hacer una lista te ayuda a concretar. Sólo cuando lo tengas claro, podrás pasar al siguiente nivel.
Lo que tienes y la situación actual en la que te encuentras es consecuencia de lo que haces y lo que has hecho hasta ahora. Reconocer el vínculo causa-efecto de nuestras acciones te permite llevar a cabo los cambios. Si cambias tus acciones, tu comportamiento, tu entorno cambia. ¿Qué haces en tu día a día? ¿Qué deseas obtener y qué debes hacer para lograrlo?
Lo que puedes hacer es la esencia de este nivel. ¿De qué eres capaz? ¿Por qué haces lo que haces y no haces algo distinto? Conocer las razones y los mecanismos que te llevan a decidir te permite tomar decisiones conscientes e inteligentes. Te llevan a decidir por convicción, en lugar de dejar que los demás o el contexto decidan por ti, por ejemplo. La convicción de estar en el camino correcto y haberlo decidido libremente te procura bienestar. Saberte capaz y tomar las decisiones alineadas con tus convicciones es lo que provee sentido, motivación y felicidad.
Los valores y las creencias son nuestras guías de actuación. También son filtros a través de los cuales interpretamos la realidad. Por eso en este apartado también se incluyen los metaprogramas. Tener claro cuáles son da consistencia y coherencia a nuestras vidas, a lo que decidimos y hacemos. Éste ya es un nivel más profundo. ¿Cuáles son tus valores esenciales? ¿Cómo percibes tu realidad?
Si tus valores te llevan a decidir lo que haces y lo que tienes, ¿por qué no te sientes bien? Tal vez hay algún desajuste, puede que no te conozcas lo suficiente y ello te lleve a desear lo que tienen otras personas, a hacer lo que otros quieren que hagas. Tal vez no estás conectado/o contigo mismo/a. ¿Sabes quién eres de verdad?
La identidad conecta con el autoconcepto, con el sentimiento de ser únicos, diferentes de los demás. Y con la idea de integridad y coherencia. Buscamos coherencia en lo que hacemos, como lo hacemos y por qué lo hacemos. En nuestra identidad se integra también un sentido de misión, de lo que hemos venido a realizar en este mundo.
¿Cuál es el sentido de tu vida? Si sabes para qué vives, será más fácil levantarte cada mañana, tomar decisiones, hacer lo que debes, valorar lo que tienes.
Si sabes lo que buscas en la vida, sabes lo que crees, sabes lo qué haces, por qué lo haces, decides cómo hacerlo y valoras lo que tienes, disfrutarás de bienestar. Te será más fácil caminar hacia tu meta, y tener claro tu propósito.
El propósito suele estar relacionado con la transcendencia. Es un nivel espiritual y transpersonal que va más allá del individuo o de la persona. Conecta con el sentimiento de pertenencia a algo más grande que nosotros, puede ser la familia, la sociedad, el mundo. Las preguntas se enfocan más en el “para qué” y “para quien”, en algo que va más allá de nuestra individualidad.
El propósito está conectado con un tipo de inteligencia, la inteligencia espiritual. Victor Frankl en su libro ‘El hombre en busca de sentido’ da buen ejemplo sobre cómo ejercitar este tipo de inteligencia.
Según la Wikipedia, “la inteligencia espiritual es exclusivamente humana y está basada en la sabiduría, nuestra capacidad de visión holista de la realidad profunda, de comprensión de contextos y totalidades significativas. Es la capacidad de trascendencia, de ir más allá de lo biofísico y social, más allá del cuerpo y las emociones. Opera con el ojo de la contemplación, es una inteligencia transpersonal porque se sitúa más allá del ego narcisista. Opera con visión universal. Es transracional, no se limita a la racionalidad instrumental mecánica de la ciencia. Es la única que puede darle sentido espiritual a la vida, es decir, generar sentido trascendente para vivir, alimentar la integridad de nuestra conciencia. También es la capacidad de relacionarnos armónicamente con la totalidad, de estar relacionados con el todo, es la capacidad de ser felices a pesar de las circunstancias.”
Algunas actitudes que te pueden ayudar a conectar con tu propósito y tu inteligencia espiritual son:
#1. Hacerte preguntas ante los sucesos de la vida, acerca de su sentido, del ‘para qué’ ocurre lo que ocurre en el momento en qué ocurre.
#2. Tomar perspectiva, es decir cambiar el punto de vista. Poner en marcha lo que algunas personas llaman ‘el observador’, es decir, mirar desde fuera para ampliar la mirada acerca de lo que te está sucediendo. Adoptar una mirada holística y sistémica.
#3. Mantener viva la curiosidad y una mentalidad de aprendiz. Ver de nuevo la realidad a través de una mirada “inocente”, curiosa, como si fuera la primera vez… Preguntarte si hay una forma distinta de hacer algo que se ha hecho siempre de la misma manera.
#4. Procurar equilibrio y armonía en tu vida, tanto en tu entorno físico, como en tus relaciones. Ello debe ayudarte a crecer, te debe enriquecer como persona. Lo que no suma en ese sentido, resta.
#5. Agradecer a la vida su generosidad, aprovechar cada momento como un momento único que es, y mirar con ánimo de aportar al mundo tu talento.
#6. Poner atención y estar presente en el ‘ahora’. Ser consciente de tu estado, tus pensamientos, tus actos, y decidir si están en línea con tus deseos.
El acompañamiento de un mentor o mentora puede ayudarte a encontrar tu propósito.
La adecuada formulación de preguntas en un proceso de mentoring te lleva a respuestas a las que, de otro modo, es muy difícil acceder. Es un camino de aprendizaje y transformación que induce a la reflexión, pero también a la acción.
Por ese motivo, un mentor o mentora profesional es una buena elección en procesos de cambio. Tal vez te planteas una reinvención profesional, el desarrollo de la marca personal, un reajuste en tu plan de carrera, conectar con tu auténtica vocación… cualquiera de estos objetivos serán exitosos si se alinean con tu propósito.
Quiero invitarte a realizar un curioso y, a la vez, bonito ejercicio para acercarte a tu propósito. Verás que es sencillo, pero eficaz.
Clica sobre este enlace para poder acceder a él. ¡Espero que te resulte muy útil!